SOY PARA SAN FRANCISCO DE LA CIUDAD DE SALTA POR ORDEN DEL REVERENDO PADRE DEFINIDOR FRAY DOMINGO DE ARANZAZY - ME TRAXO DON DOMINGO DE SANTIBAÑEZ - ME HIZO EL MAESTRO DON JUAN BENYVAMEDA - EN CADIZ - AÑO DE 1789 (ver la imagen más abajo).
Son las doce: suena en la torre la Campana de la Patria. Nítidamente se percibe en el repique, nos señala Mamaní, el tronar de los cañones de la batalla del 20 de febrero de 1813 en la estanzuela de Castañares. Los morteros de Pío Tristán, los obuses de Belgrano. Un mes después del combate todas las tropas, patriotas y realistas, formaron en el entonces descampado frente a San Francisco para escuchar misa. Los sobrevivientes, se entiende…La campana, de 125 arrobas, parece haber sido fundida el mismo año de la batalla de Salta por los propios monjes franciscanos. Siempre SEuO.
Son las doce: suena en la torre la Campana de la Patria. Nítidamente se percibe en el repique, nos señala Mamaní, el tronar de los cañones de la batalla del 20 de febrero de 1813 en la estanzuela de Castañares. Los morteros de Pío Tristán, los obuses de Belgrano. Un mes después del combate todas las tropas, patriotas y realistas, formaron en el entonces descampado frente a San Francisco para escuchar misa. Los sobrevivientes, se entiende…La campana, de 125 arrobas, parece haber sido fundida el mismo año de la batalla de Salta por los propios monjes franciscanos. Siempre SEuO.
Pero vayamos a la primera de las tres Últimas Cenas que ofrecemos aquí, la más famosa, la de Leonardo:
La Cena de Leonardo está sembrada de detalles desconcertantes, y para los amantes de la criptología la obra esconde un mensaje oculto sobrecogedor: no muestra el cáliz, ni a Cristo instaurando el sacramento de la eucaristía. Los discípulos son en realidad retratos de importantes heterodoxos de su época, los apóstoles no tienen halo de santidad, los pintó deliberadamente humanos; Leonardo se auto retrató en la cena dando la espalda a Jesús, como posicionándose contra la versión oficial de la Iglesia; Jesús no está instaurando la eucaristía, no tiene el cáliz de la Ultima Cena delante, no es una cena pascual, como dicen los evangelios, no hay carne en la mesa, sólo hay pescado y algunos otros alimentos. Vamos al misterio: ¿qué hace un amenazante cuchillo en la zona izquierda y quien lo empuña? ¿Por qué el segundo apóstol por la izquierda es idéntico a Jesús incluso en el atuendo? ¿Alude esto a la creencia de que Jesús tenía un hermano gemelo? ¿Quién es realmente el personaje a la izquierda de Jesús? ¿No es demasiado femenino para ser un apóstol? ¿Es María Magdalena, su presunta esposa o amante, o tal vez el Joven apóstol Juan?
Reproducción didáctica de la Última Cena de Leonardo, oriundo del pueblito de Vinci, cerca de Florencia y por eso llamado Leonardo di Ser Piero da Vinci (1452 – 1519), que permite apreciar detalles que en el fresco original no es posible distinguir
Don Mamaní nos lleva por la galería de arcos que rodea el jardín y nos muestra una serie de frescos realizada hacia 1947 por un hermano en Cristo alemán de apellido Schlüter donde se representan episodios de la vida de San Francisco de Assisi.
- Permanezcan parados allí y observen en esta escena al santo y el caballo: los dos parecen estar mirándolos de frente, ¿verdad? Ahora avancen diez pasos y miren la pintura de este otro lado: la bestia y el hombre parecen estar mirándolos otra vez, no obstante haber cambiado nosotros de posición. Pues, sigamos.
Van desfilando otras joyas del acervo de San Francisco. A medida que compartimos el asombro y observamos los dos hermosos canteros circulares del patio representando al Sol y la Luna, pasamos también frente al refectorio.
Pero, como digo: pasamos, no entramos.
Consulto a nuestro guía anfitrión:
-¿No podemos echar un vistazo al refectorio?
-Lamentablemente no, es la respuesta. Amable pero terminante.
Quedo un tanto decepcionado, porque tengo de este recinto un recuerdo imborrable.
Sucede que hace más de un cuarto de siglo visitamos San Francisco con Rudi Varela,
y en esa oportunidad tuvimos acceso al recinto donde pude tomar una instantánea.
Desde entonces siempre volvió a mi mente aquella escena: la mesa austeramente tendida para la frugal cena los monjes, y en una pared del comedor luciendo en todo su esplendor una Última Cena. Llamativa. Su autor: el artista salteño Mariano Coll.
Si bien Coll no estaba ni por asomo a la altura de un Leonardo, hizo algo elemental: antes de encarar la realización del fresco estudió en detalle la época, la vida y los milagros del Señor.
Leonardo plasmó un mural grandioso al temple y óleo con detalles y rasgos de sus personajes que dejan atónito al observador (1495-1497, medidas 880 x 460 centímetros). Peeeero, y he aquí la cuestión, situó la escena en el mundo occidental de ese momento: los personajes sentados en sillas, alrededor de una mesa, comiendo con cubiertos de platos de porcelana y tomando de copas de cristal tallado. Ubicó, en suma, el escenario en la alborada de la edad moderna.
Coll se percató de esta equivocación conceptual del maestro florentino y comenzó analizando vida y costumbres del período de Nuestro Señor.
Como corresponde para el lugar y su tiempo acomoda a los émulos sobre cojines y almohadones en el suelo, todos vestidos según la época y de acuerdo con sus orígenes, procedencia y status: los humildes beduinos del desierto, los puebleros, y los ciudadanos ricos, entre los que figuraban los pescadores: Simón (alias) Pedro, y Santiago el Mayor, hijo de Zebedeo.
Así, entonces, los representó el artista salteño: Pedro y Juan; Simón el Cananeo, tintorero [de tejidos, pero no de limpieza] para más datos; Santo Tomás el incrédulo, arquitecto de profesión; Mateo, recaudador de impuestos y patrono de banqueros, financistas y cambistas; Bartolomé, Felipe y San Matías; además, Andrés, hermano de Pedro; Santiago el Mayor y el Menor, y Judas Iscariote, el delator, el que tuvo que darle el beso al Señor porque precisamente Santiago el Menor era tan parecido a Cristo.
Nada de cristalería ni fina cerámica: toda la vajilla de loza simple. Pan árabe llamado pitta (de ahí la actual pizza), frutos de la tierra (dátiles, nueces, olivas), queso y, eso sí, vino en una ánfora visible en primer plano. Y un cáliz, si, un cáliz de tres vástagos, griego, que los entendidos buscan en vano en la obra de Leonardo. Lugar y fecha: próximo al Gólgota, un jueves 14 del Nisán del gobierno de Poncio Pilato.
Durante aquella visita tuve el acierto de tomar una foto del recinto, con la mesa puesta para la frugal cena de los hermanos en Cristo, sin mantel, y el mural de fondo.
- Permanezcan parados allí y observen en esta escena al santo y el caballo: los dos parecen estar mirándolos de frente, ¿verdad? Ahora avancen diez pasos y miren la pintura de este otro lado: la bestia y el hombre parecen estar mirándolos otra vez, no obstante haber cambiado nosotros de posición. Pues, sigamos.
Van desfilando otras joyas del acervo de San Francisco. A medida que compartimos el asombro y observamos los dos hermosos canteros circulares del patio representando al Sol y la Luna, pasamos también frente al refectorio.
Pero, como digo: pasamos, no entramos.
Consulto a nuestro guía anfitrión:
-¿No podemos echar un vistazo al refectorio?
-Lamentablemente no, es la respuesta. Amable pero terminante.
Quedo un tanto decepcionado, porque tengo de este recinto un recuerdo imborrable.
Sucede que hace más de un cuarto de siglo visitamos San Francisco con Rudi Varela,
y en esa oportunidad tuvimos acceso al recinto donde pude tomar una instantánea.
Desde entonces siempre volvió a mi mente aquella escena: la mesa austeramente tendida para la frugal cena los monjes, y en una pared del comedor luciendo en todo su esplendor una Última Cena. Llamativa. Su autor: el artista salteño Mariano Coll.
Si bien Coll no estaba ni por asomo a la altura de un Leonardo, hizo algo elemental: antes de encarar la realización del fresco estudió en detalle la época, la vida y los milagros del Señor.
Leonardo plasmó un mural grandioso al temple y óleo con detalles y rasgos de sus personajes que dejan atónito al observador (1495-1497, medidas 880 x 460 centímetros). Peeeero, y he aquí la cuestión, situó la escena en el mundo occidental de ese momento: los personajes sentados en sillas, alrededor de una mesa, comiendo con cubiertos de platos de porcelana y tomando de copas de cristal tallado. Ubicó, en suma, el escenario en la alborada de la edad moderna.
Coll se percató de esta equivocación conceptual del maestro florentino y comenzó analizando vida y costumbres del período de Nuestro Señor.
Como corresponde para el lugar y su tiempo acomoda a los émulos sobre cojines y almohadones en el suelo, todos vestidos según la época y de acuerdo con sus orígenes, procedencia y status: los humildes beduinos del desierto, los puebleros, y los ciudadanos ricos, entre los que figuraban los pescadores: Simón (alias) Pedro, y Santiago el Mayor, hijo de Zebedeo.
Así, entonces, los representó el artista salteño: Pedro y Juan; Simón el Cananeo, tintorero [de tejidos, pero no de limpieza] para más datos; Santo Tomás el incrédulo, arquitecto de profesión; Mateo, recaudador de impuestos y patrono de banqueros, financistas y cambistas; Bartolomé, Felipe y San Matías; además, Andrés, hermano de Pedro; Santiago el Mayor y el Menor, y Judas Iscariote, el delator, el que tuvo que darle el beso al Señor porque precisamente Santiago el Menor era tan parecido a Cristo.
Nada de cristalería ni fina cerámica: toda la vajilla de loza simple. Pan árabe llamado pitta (de ahí la actual pizza), frutos de la tierra (dátiles, nueces, olivas), queso y, eso sí, vino en una ánfora visible en primer plano. Y un cáliz, si, un cáliz de tres vástagos, griego, que los entendidos buscan en vano en la obra de Leonardo. Lugar y fecha: próximo al Gólgota, un jueves 14 del Nisán del gobierno de Poncio Pilato.
Durante aquella visita tuve el acierto de tomar una foto del recinto, con la mesa puesta para la frugal cena de los hermanos en Cristo, sin mantel, y el mural de fondo.
Al preguntar al vendedor de la santería en la entrada de San Francisco si tenía una postal del mural, el hombre no solo dijo ignorar la existencia de una Última Cena en el refectorio sino incluso NO tener una tarjeta tal.
Me precio de afortunado entonces por tener una diapositiva de esa pintura y decidí compartir contigo esto que ahora, por no sé qué razones y causas, ningún profano está en condiciones de admirar.
De momento al menos.
La placa para celebraciones rituales de San Francisco, llevada bajo sacrificios inimaginables desde España, a través del mar y la montaña, hasta Salta, mide 220 cm de largo por un metro de ancho por ocho centímetros de alto y pesa unos 475 kilos.
Y como no podía ser de otra manera, alguien realizó recientemente una puesta en escena criolla de la Última Cena, y hay que admitir que es bastante bien lograda como retrato de nuestro país de abundancias y tierra de pan llevar, aunque: ¿quién es aquí Judás Iscariote y dónde está? Una buena pregunta.
Y agregamos otro detalle a las discusiones sobre la Última Cena:
Y agregamos otro detalle a las discusiones sobre la Última Cena:
Cena, en latín, es comida, más bien almuerzo o merienda, porque en la época del Señor se solía comer como a las tres de la tarde. La Última Cena no tiene entonces por qué haber tenido lugar de noche.
No hay comentarios:
Publicar un comentario